
Acción en la que una persona reconoce un favor de otra, expresándolo en forma verbal o material.
Salvo que estemos en uno de esos clanes sicilianos en los que aquellos miembros que son abducidos deben jurar favores eternos, la vida a este lado de los Pirineos difiere en cuanto a su significado y fidelidad.
El agradecimiento de corazón es aquel que no busca contrapartidas o la devolución de un favor. Los seres humanos pecamos de ingenuidad, unos cuantos entre los que me encuentro, y los que vamos de ese rollo no miramos más allá ni vamos con el bloc de notas apuntando en los márgenes.
Por ello, cuando me regalaron hace pocas fechas una botella de Mauro 1982 aluciné en colores y pensé en escribir cuatro palabras porque el vino se lo merece, más allá de la obligación de devolverle el presente al magno autor de tan impensable obsequio. Me comentó que había abierto unos días antes otra botella del mismo vino: sí, un Mauro del 82. Había salido buena sin duda por la magnífica conservación y mi botella tenía altas posibilidades de éxito.
La botella, con la etiqueta medio raída, se descorchó sin demasiados problemas y el líquido apareció evidenciando su edad: color teja, aromas iniciales a reducción, claro, pero poco a poco fueron surgiendo notas salinas propias de la Ribera del Duero. Más tarde y milagrosamente fruta roja y notas terciarias como si de un Rioja estuviéramos hablando. Hojarasca y finos chocolates. En boca acidez justita ya, con un par de tragos te amoldas al vino, pero con un gran recorrido y un final agradable. Me siento afortunado. Pude disfrutar del vino junto a Toni y Vicente. Este último improvisó una joya de la misma tierra que el primer vino pero de 2006: Emilio Moro Malleolus de Sanchomartín. A Vicente no le voy a dar las gracias porque lo que nos abrimos es para el disfrute común, sin esperar el agradecimiento, no me hace falta y sé que a él tampoco.
Nos reímos del día en que compramos ese vino, él lo compró y de él ha sido y lo será, nos reímos de las circunstancias milagrosas y ventajosas para sus arcas. Solo dos años en su bodega y ahora en nuestra copa. Capa alta, casi negra. Aromas típicos de la tempranillo, o tinta fina, que contiene. Fruta negra en óptima maduración, sublime mineral de grafito, entre negro y gris. Con el aire aparecen ciertas notas tostadas de la barrica, pero no en primer plano como tantos otros vinos, en este están en segundo plano. La boca es espectacular, la mejor de un joven Ribera que haya probado hasta el momento. Se me erizó el vello por la acidez extrema que noqueaba desde el principio esa cremosidad mezcla de fruta y madera. La materia prima es esencial en este mundo del vino y éste la tiene de primera.
Xavi Riu, me lo bebí a tu salud. Vicente, …
P.D: Feliz Navidad a todos.